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Confesiones a una prostituta, 14

14 Feb

Martes, 14 de Febrero de 2012

-Como pródigo bastardo, siempre fantaseé con la posibilidad, siempre me imaginaba ser un príncipe plebeyo que vivía peligrosas aventuras en busca de su herencia, no la soberanía de tierras ni de materia, sino la soberanía de la vida digna de un noble. Me estremecía tan solo la idea de vagar por doquier, yacer con cualquiera, comer en abundancia, hacer todo lo que me venga en gana como un pequeño Dionisio que juega con sus putas, abastecido de uvas y vino. En realidad no sé de dónde proviene la descabellada idea de ser un legítimo heredero que ha de luchar toda la vida para encontrar a la muerte el día que me convirtiese en rey, tal vez lo inventase un día pero he llevado siempre esa certeza.

La dama escuchaba reposando e su regazo y acariciando sus cabellos. Vestida apenas con un corpiño de encaje adornado de flores barrocas, hecho a mano, de un color marrón acompañado de un semitono granate. Encima, la cubría un lujoso manto de seda trasparente cual dejaba a la vista la silueta de sus generosos atributos.

-Aunque no me malinterpretéis mi joven damisela-prosiguió – no me siento indigno por no poseer ningún título o de pertenecer a la realeza, es más, me hace sentir lleno de vida formar parte de esta enorme pseudo-democracia del mundo moderno, dichoso estoy de trabajar codo con codo junto a mis semejantes a quienes admiro y respeto. Me refería a esa llama extinta de incertidumbre, esa determinación inconsciente que, algo, me fue arrebatado hace muchos inviernos.

A medida de los años mi linaje perdió la honradez, la decencia, la inteligencia y el contacto aunque no me explico cómo puede ser posible descendiendo de tantas razas y tribus. Lo único que  puedo asegúrate mi amor, es mi deber como hombre en desarrollarme física, espiritual e intelectualmente para servir a mi prójimo, para recuperar mi corona, armarme de armaduras de plata, jactarme en el sumo paroxismo de la diversidad étnica de mis hermanas, hastiarme con extravagancias pintorescas… todo en excesos, mi vida es mi vicio, es descabellado.

Mi vida condena termina, el tiempo en el que el crepúsculo se asoma por poniente anunciado por ángeles que arriesgan sus vidas, en el eco del ciberespacio con música, recuerda la música… ese será el momento que emprenda galopando a mi trono. Esperaré aquí nuevas de bonanza a hora de lobos.

-¿Es descabellado?

Shhh! –coloca su cálida mano sobre sus ojos y luego acaricia su rostro. –¿Quién es tu rey? Esta noche no te joderé, sino tú me joderás  a mí, quiero que seas especialmente apasionada con el debido decoro.

-No pagareis tributo en esta velada…alteza.

El joven la tumba bruscamente sobre el lecho y procede al despojo de sus ropas. Acaricia su piel, se acerca agachabndose, humecta con suavidad el pabellón de su oreja izquierda mientras ella se estremece en un estado de parálisis; ella agarra su pene como señal de posesión cuyo desembocó una fuerte respiración asechadora.

-Prostituta de la noche cuarto menguante, poséeme ya.